Ha pasado el tiempo como marioneta
jugando en las ramas a las escondidas
y se ha detenido junto a la salita
de mi tierno niño
colgando sus años en este perchero
al que identifica una figurita.
Ha pasado el tiempo
y me veo sentada
guardapolvo rosa en una sillita
escuchando el piano enojarse grave
viéndola a mi seño con una sonrisa.
Eran otros tiempos,
los de margaritas,
los de alguna cala,
los de rosas rojas
o de flores blancas
que iban y venían.
Recuerdos lejanos de una travesura: “ultimo vagón”
me lo merecía.
Y con esos trucos
y con esas ganas
y con ese amor
ella enternecía
Recuerdos lejanos de una infancia dulce
dentro de la escuela, pasaron mil vidas,
pasaron mil sueños
muchos convertidos
hoy en dignos hombres,
o mujeres dignas.
Yo no sé que encanto desató en nosotros
(y es que hablo por todos quienes conocimos
a esa jardinera que fue fiel ejemplo,
no es zalamería
de constancia, esfuerzo, rapidez, astucia…)
Yo no se que encanto.
No hacen falta duendes,
ni hadas madrinas,
ni magia ni estrellas
ni luces perdidas
porque está la magia dentro de esa imagen
joven como siempre de la seño Alicia.
Dios hace regalos
muchos
en la vida
y es uno muy bello continuar creciendo
desde nuestros hijos
aprender de ellos
y tener en cuenta que aquellos maestros
que dejaron marca siguen todavía.
Yo no se qué encanto
es el de mi seño.
Te digo mi seño, está bien? Puedo, Alicia?
Yo no se que encanto
pero en esos ojos agoniza el llanto y nace la alegría,
se ofuscan los miedos
tiemblan los dolores
“le digo a mi seño”
se oye todavía
Yo no se que encanto que tenés, Alicia.
Y en el homenaje
que hago en este día
está el homenaje a todas las manos
a todos los besos
a todas las risas
a todos los sueños que cada maestra
puso en nuestros hijos
como una caricia
nacida de adentro
en silencio
tibia
como un arcoiris de amor y confianza
que va renaciendo
en el día a día.
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